ISABEL. LA DE LOS GRANDES DESTINOS

Por.- Nemesio Rodríguez Lois.
January 24, 2024 by
Nemesio Rodríguez Lois

Por  Nemesio Rodríguez Lois

Licenciado en Derecho por la Universidad Ibero Americana (1974)

Presidente emérito de la Red de Comunicadores Católicos entre 2010 y 2013. 

Autor de ISABEL LA CATOLICA. SU LEGADO PARA MEXICO (2013)


En la vieja Castilla de tierra adentro existe una pintoresca población donde lo señorial y lo piadoso se dan la mano. Una pequeña población que ostenta con orgullo el nombre más bello de toda la geografía del Mundo hispánico: Madrigal de las Altas Torres.

Allí, en Madrigal, vino al mundo, en abril de 1451, una de las más importantes protagonistas no solamente de la historia de España sino incluso de la historia universal: Isabel la Católica.

¿Qué podemos decir de la Gran Reina que otros, con mayor detalle y más profundidad, no hayan dicho anteriormente?

Quizás, a modo de resumen, podríamos decir que a Doña Isabel le tocó dirigir durante una época convulsa y decisiva el destino de un pueblo que, al igual que el pueblo de Israel, estaba llamado a convertirse en un pueblo elegido.

Sí, España, un pueblo elegido cuya misión era llevar la Fe de Cristo al Nuevo Mundo y a las Filipinas.

Un pueblo elegido que no podía cumplir su vocación providencial si antes no se preparaba convenientemente.

Un pueblo elegido que se entrenó para cumplir su vocación durante los ocho siglos de la Reconquista.

Un pueblo elegido que consiguió la unidad de su territorio gracias al empuje y visión sobrenatural de una gran mujer: Isabel la Católica.

Una gran mujer que tuvo siempre plena conciencia de la misión que la Providencia le había encomendado y que iba mucho más allá de llevar a feliz término la Reconquista.

Efectivamente, Isabel fue mucho más allá al emprender, ayudada por el Cardenal Cisneros, una reforma religiosa que –aparte de salvar a España del protestantismo que envenenó a Europa pocos años después- preparó las generaciones de misioneros que España enviaría a las tierras descubiertas por Cristóbal Colón.

Apenas tuvo noticia de que tenía nuevos súbditos en ultramar, Isabel dispuso que fuesen tratados con justicia, que se les instruyese en la Fe y que se les brindasen los beneficios propios de la civilización occidental.

El gran amor que Isabel sentía por sus nuevos vasallos se manifestó tanto en su Testamento de fecha 12 de octubre de 1504 como en el Codicilo que escribió tres días antes de morir.

Es del dominio público el hecho de que en el Código Civil, cuando se trata el tema de las sucesiones se hace hincapié en la figura del albacea.

Albacea es la persona encargada de que se cumpla la última voluntad del “de cuius”

Interpretando, no de modo literal y jurídico lo relativo al Testamento de Doña Isabel, sino más bien dándole una interpretación libre diremos que en este caso la postrera voluntad de la Reina tuvo un albacea que se encargó de llevarla a cabo.

Nos referimos al licenciado en Cánones Don Vasco de Quiroga quien llegó a la Nueva España en 1530, fue ordenado y consagrado obispo en la misma ceremonia y se dedicó de inmediato a llevar la Fe y la Civilización Occidental a los indígenas tarascos que habitaban en las riberas del Lago de Pátzcuaro (Michoacán)

Fue tal el celo demostrado por don Vasco así como el gran amor que tuvo por sus neófitos que, sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que este personaje supo interpretar y hacer cumplir la última voluntad que la Reina manifestó poco antes de entregar su alma al Señor.

Don Vasco de Quiroga, un personaje que se encuentra en avanzado proceso de beatificación puesto que fue declarado Venerable a fines de 2020.

Don Vasco de Quiroga, uno de aquellos grandes personajes que España envió durante siglos al Nuevo Mundo.

El Venerable Vasco de Quiroga quien, al igual que la Gran Reina, había nacido también en esa bellísima joya de Castilla la Vieja que ostenta con orgullo el nombre más bello en toda la geografía del Mundo hispánico: Madrigal de las Altas Torres.

Consecuencia inmediata del Testamento y del Codicilo fue que a tierras de América y Filipinas llegasen misioneros predicando el Evangelio así como emigrantes españoles enseñándoles a los neófitos diversos oficios con los que habrían de ganarse honestamente el pan nuestro de cada día.

El caso fue que en menos de medio siglo España se volcó en América produciéndose el prodigio de que la Vieja España renaciera en México durante los tres siglos del Virreinato.

Esa es la explicación por la cual a los territorios mexicanos se les dio un nombre muy significativo: NUEVA ESPAÑA DEL MAR OCEANO.

Un fenómeno de integración cultural, racial, social y religiosa que se dio también en las restantes tierras del Mundo hispánico.

Una vez expuesto lo anterior, no hay duda alguna de que la gran epopeya que supuso la cristianización y civilización de todo un continente tuvo como motor inicial a Doña Isabel la Católica.

Si Doña Isabel no hubiera dado ese primer impulso nada de lo que acabamos de mencionar habría ocurrido.

Una figura excelsa la de la Gran Reina. Una figura excelsa digna de figurar en el catálogo de los santos como figuran también otras dos Isabeles: Santa Isabel de Portugal y Santa Isabel de Hungría.

Hace muchísimos años, allá por 1984, la revista española IGLESIA-MUNDO publicó las cartas de varios obispos mexicanos apoyando la posible canonización de la Reina.

Asimismo, también en IGLESIA-MUNDO, concretamente en el número 419 se publicó el testimonio favorable a la causa de Doña Isabel que, en octubre de 1990, expresaron varios intelectuales con motivo del IV Congreso Inter Americano de Historia promovido por FUNDICE (Fundación pro difusión cultural del Medio Milenio en América)

Quiera Dios que la causa de llevar a Doña Isabel a los altares prospere puesto que ello traería grandes beneficios.

En primer lugar se le daría un golpe contundente a esa nauseabunda Leyenda Negra que se dedica a calumniar sin probar jamás ninguna de sus acusaciones.

El hecho de que la gran impulsora de la cristianización del Nuevo Mundo fuese declarada santa demostraría que la gran epopeya misionera no fue obra de aventureros sin escrúpulos sino que era inspirada por aquellas luces venidas desde lo Alto que a Doña Isabel la inspiraron a lo largo de toda su vida.

Asimismo el hecho de que la Gran Reina fuese reconocida oficialmente como santa serviría de ejemplo a todos aquellos gobernantes que, por incultura, no tienen un referente que los oriente.

Ni duda cabe que si la Iglesia declarase oficialmente la santidad de Doña Isabel, esto daría alicientes para que quienes disponen de posiciones de mando tomen conciencia de que el poder no es botín de privilegiados sino más bien una vocación de servicio en favor del Bien Común.

Y ya en el plano espiritual, si la gran mujer nacida en Madrigal de las Altas Torres fuese elevada a los altares, no solamente España sino la totalidad de los pueblos hispánicos contarían con una poderosa intercesora en el Cielo a la cual podrían dirigir sus plegarias.

En una época trágica como la nuestra en que las más diversas plagas (populismo, marxismo, narcotráfico, corrupción de costumbres, sectas protestantes, miseria, analfabetismo, etc) unifican esfuerzos para destrozar a nuestros pueblos hispano católicos, el hecho de saber que se cuenta con una aliada ante el Señor daría ánimos a quienes actualmente viven sumidos en un clima de incertidumbre y desesperación.

Dios lo quiera.

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